Las comunidades que han sufrido el impacto del uso o los ensayos de armas nucleares en todo el mundo han tenido un protagonismo especial a lo largo de la Segunda Reunión de Estados Parte del TPAN, celebrada en Nueva York entre el 27 de noviembre y el 1 de diciembre. Desde la sesión de apertura, en la que intervino Suechi Kido, sobreviviente del bombardeo sobre Nagasaki, a la declaración conjunta presentada por 26 comunidades en el debate general sobre impactos humanitarios de las armas nucleares.
Sus testimonios, en primera persona, se han podido escuchar tanto en el plenario como en los eventos paralelos organizados por entidades de la sociedad civil y han construido un relato al mismo tiempo diverso y único, el de las consecuencias a largo plazo y a través de generaciones sobre la vida y sobre el entorno de estas armas y una petición unánime: reconocimiento y restauración.
Ese es precisamente uno de los aspectos más distintivos y poderosos del TPAN, el único tratado sobre desarme nuclear que reconoce a los sobrevivientes y que promueve, a través de sus Artículos 6 y 7, la asistencia a las víctimas y la restauración ambiental. Los Estados Parte reconocieron la importancia de este aspecto del Tratado e hicieron hincapié en la necesidad de trabajar de forma inclusiva con las comunidades afectadas, reiterando su compromiso a que siga siendo así en el futuro.
“Los sobrevivientes deben ser siempre la guía de nuestro trabajo diplomático en estos foros”, declaró en el debate de la segunda jornada la representante de México. Previamente, Karina Lester, sobreviviente aborigen australiana de los ensayos nucleares británicos en su territorio, compartía su historia.
“Nuestra tierra está envenenada, la radiación mató a nuestros seres queridos, contaminó nuestro país. Este Tratado ilegaliza las armas nucleares y establece obligaciones a la partes para mejorar la situación. Queremos el reconocimiento del daño que se causó a nuestro pueblo y a nuestra tierra. Queremos respeto y queremos empezar a hablar de indemnizaciones y de cómo trabajar para reparar el daño sufrido (…). Tenemos que estar sentados en la mesa participando en esa conversación porque nosotros somos la solución al problema. Nuestras historias son muy importantes”.
Karina Lester
DECLARACIÓN DE LAS COMUNIDADES AFECTADAS PRESENTADA A LA 2ª REUNIÓN DE ESTADOS PARTE DEL TPAN
Somos personas unidas por lo que las armas nucleares han causado. Nuestras vidas, nuestras tierras, nuestras aguas y nuestras comunidades cambiaron de forma permanente por el desarrollo, los ensayos y el uso de armas nucleares. Nuestras luchas contra la violencia radiactiva han continuado durante muchas décadas, a lo largo de generaciones. Tenemos el derecho y la responsabilidad de hablar sobre lo que realmente provocan las armas nucleares.
La guerra hace estragos a nuestro alrededor. Es desgarrador que todavía existan armas nucleares en el siglo XXI. ¿Estamos contribuyendo a la vida o estamos contribuyendo a la muerte? Nuestra humanidad compartida se ve socavada por la amenaza existencial que se cierne sobre nosotros: que las armas nucleares desatarán nuevamente un terror masivo, contaminando nuevamente nuestros hogares y nuestros cuerpos.
Las armas nucleares causan daño todos los días. Desde la extracción de uranio hasta la creación de la bomba y los eternos residuos radiactivos, nuestro planeta lleva las cicatrices de tantas zonas de sacrificio nuclear. El colonialismo nuclear ha impactado de manera desproporcionada sobre los pueblos indígenas y comunidades marginadas. Se arrebataron tierras de los pueblos indígenas. Se utilizaron cuerpos, se bombardeó a personas.
Los pueblos indígenas son responsables de las tierras, el aire, los océanos y las aguas y comparten sus conexiones con ellos, actuando como guardianes de la vida. Esto incluye todas las criaturas vivientes, animales y plantas, algunas de las cuales son sagradas y otras constituyen alimento y medicina. La violencia medioambiental afecta a toda la Madre Tierra. Nuestro patrimonio cultural sagrado ha sido atacado, lo que ha provocado el desplazamiento de muchos sobrevivientes. Tenemos la sensación de que los gobiernos están esperando a que desaparezcamos, con la esperanza de que sus responsabilidades mueran con nosotros. Pero los efectos continúan para nuestros hijos y nietos y más allá. Nos preocupa el futuro. ¿Cuánto más sufriremos?
Como comunidades afectadas, reconocemos la firme e inicial defensa de nuestros predecesores y Ancianos. Tenemos derechos y dignidad para reclamar con firmeza la fuerza vital que las armas nucleares intentaron arrebatarnos. Con las próximas generaciones, no sólo hay esperanza sino también la garantía de una continua defensa de la justicia mientras no se ponga fin al colonialismo nuclear y no se conceda justicia a nuestras comunidades.
Junto con la comunidad mundial, hemos prohibido las armas nucleares. El Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares encierra un gran potencial y es el primero de este tipo que tiene en cuenta a las comunidades afectadas por las armas nucleares.
La sanación llegará a través de la acción.
Pedimos a todos los Estados que hagan todo lo que esté en su mano para aplicar los artículos 6 y 7.
Pedimos la limpieza de nuestras tierras y aguas contaminadas. Pedimos ayuda para las víctimas y los supervivientes, ya seamos pueblos indígenas, hibakusha, hibakunisei, veteranos nucleares, sobrevivientes de ensayos, residuos radiactivos o cualesquiera cuyas vidas hayan quedado marcadas por los daños intergeneracionales provocados por el desarrollo y la producción de estas armas de destrucción masiva.
Merecemos reconocimiento, respeto y reparación.
Los Estados, instituciones y empresas que permiten y financian la destrucción nuclear deben dejar de hacerlo. Pedimos a los Estados con armas nucleares, en particular, que se adhieran al Tratado y rindan cuentas de sus actos.
Pedimos a los Estados Partes en el TPAN que presionen sin descanso en favor de su universalización.
Esperamos que los gobiernos de turno reconozcan que los derechos de los pueblos indígenas importan, del mismo modo que los derechos de todas las víctimas de las bombas nucleares en todas partes.
Por último, comprometámonos todos a poner fin a la posesión, el desarrollo, los ensayos, el uso y la amenaza de uso de armas nucleares, para que ni una sola persona más sufra como nosotros.
Firmado por:
Asia Pacific Network of Environment Defenders – Pacific
Australian Nuclear Free Alliance – Australia
Concerned Citizens for Nuclear Safety – USA
Eastern Navajo Diné Against Uranium Mining – USA
Fiji Nuclear Veterans Association – Fiji
Hiroshima Alliance for Nuclear Weapons Abolition – Japan
Indigenous Life Ways Inc – USA
Indigenous World Association – Canada
Japanese Liaison Council of Second-Generation Atomic Bomb Survivors – Japan
Jharkhand Organisation Against Radiation – India
LABRATS – UK
Laguna Acoma Coalition for a Safe Environment – USA
Marshallese Education Initiative – Marshall Islands
Moruroa e Tātou – Maohi Nui / French Polynesia
Multicultural Alliance for a Safe Environment – USA
NIHON HIDANKYO (Japan Confederation of A- and H-Bomb Sufferers Orgs) – Japan
Nuclear Truth Project – International
Pacific Conference of Churches – Pacific
Pacific Network on Globalisation – Pacific
REACH-MI – Marshall Islands
Southwest Indigenous Uranium Forum – USA
Taourirt Association – Algeria
Tewa Women United – USA
The Lop Nor Project – China
West Mallee Protection – Australia
Youngsolwara Pacific – Pacific