Sólo hay una forma de apostar por el desarme nuclear: condenar todas las amenazas vengan de donde vengan y prohibir cualquier actividad con estas armas.
Las armas nucleares vuelven a llenar titulares. El reciente anuncio de Vladimir Putin de que desplegaría armas nucleares tácticas en Bielorrusia como respuesta a que Estados Unidos esté alojando en países europeos aliados, ha vuelto a activar las alarmas. Esta forma de actuar demuestra, una vez más, la falacia de la disuasión nuclear porque, en el contexto de la guerra de Ucrania, se está utilizando como una herramienta de agresión y no de contención. Cada nueva escalada supone elevar el riesgo de traspasar la línea roja que conduce a la destrucción colectiva.
Cualquier amenaza con utilizar armas nucleares, venga de donde venga, es altamente irresponsable porque supone normalizar una posibilidad que, de hacerse real, pondría fin al mundo tal y como lo conocemos. Lo que hay que hacer, imperiosamente, es avanzar hacia la eliminación total de las armas nucleares y en este sentido ya disponemos de un instrumento que puede hacerlo realidad: el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares de las Naciones Unidas, en vigor desde enero de 2021.
El estacionamiento de armas nucleares en terceros países, tal y como Rusia ha afirmado que hará y cómo desde hace muchos años también está haciendo Estados Unidos en Alemania, Italia, Bélgica y Turquía, es inaceptable y aumenta el riesgo de utilizar armamento nuclear frente a cualquier mala interpretación o error de cálculo. Además, en un contexto de guerra como la de Ucrania, incrementa la tensión, alarga el conflicto y, en caso de uso, las consecuencias humanitarias serían catastróficas.
El Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN) es el único tratado de desarme nuclear multilateral que prohíbe cualquier actividad relacionada con este armamento, entre las que cabe destacar la prohibición explícita de alojar armas nucleares de otros países.
Por todo ello es necesario que todos los países que verdaderamente quieren frenar la amenaza que suponen las armas nucleares se adhieran al TPAN, para condenar de forma exhaustiva y rotunda estas armas y así alejar la posibilidad de que se acaben utilizando.
Por su parte, el Gobierno español debe acompañar con hechos su voluntad de avanzar hacia el desarme nuclear y alejarse de las posiciones más militaristas de la mayor parte de aliados de la OTAN. Sólo hay una forma de apostar por el desarme nuclear: condenar todas las amenazas vengan de donde vengan y prohibir cualquier actividad con estas armas. Acercarse al TPAN y comprometerse con sus obligaciones positivas de compensación a las víctimas del uso y las pruebas nucleares y la reparación de los entornos contaminados es una buena forma de actuar a favor del desarme nuclear.