Carlos Umaña y Reed Brody debaten en el Caixaforum Macaya sobre la situación actual de las armas nucleares
Para comenzar el debate, Brody recuerda como vivió los simulacros de ataques nucleares soviéticos en el Brooklyn de los años 60. La amenaza en aquellos años era manifiesta, pero con la caída del muro de Berlín, asegura, parece que el peligro nuclear haya desaparecido como miedo colectivo. Umaña recoge la reflexión y dice que, una vez acabada la Guerra Fría, el sentimiento de la sociedad fue que la amenaza nuclear se desvanecía.
A pesar de esto, el médico apunta al Reloj del Apocalipsis: según este reloj simbólico, que cuenta los minutos que quedan hasta la medianoche –es decir, el apocalipsis–, hoy estamos solo a noventa segundos de la destrucción, más cerca que nunca. A pesar de que las relaciones entre EEUU y Rusia sean mucho menos tensas que durante la Guerra Fría, se calcula que el riesgo de una catástrofe nuclear es más grande, puesto que la suma de la probabilidad más la magnitud de un ataque nuclear da como resultado la destrucción total. Una detonación accidental conduciría a la guerra nuclear a gran escala, un punto de no retorno.
Para Umaña, el principal problema del armamento nuclear se encuentra en su concepción inicial: las tensiones se han alimentado por el miedo y la defensa se ha reducido a la amenaza de la destrucción mutua. Esta estrategia disuasiva, sin embargo, se sustenta sobre la contradicción de construir la paz mediante la intimidación. La única salida que ve el médico está a hacer entender a la sociedad que las armas nucleares son moralmente reprobables, tal como se ha hecho con el resto de armas de destrucción masiva (armas químicas, minas antipersona, bombas de racimo…). Solo a través del estigma se podrá conseguir suficiente presión social para que los nueve países que actualmente tienen armamento nuclear se deshagan de él (según lo que firmaron con el Tratado de No Proliferación Nuclear de 1970, en 1995 el mundo debería estar desarmado, cosa que de momento no ha pasado).
En cuanto a la situación de España, ésta es compleja. Por un lado, se alinea con los intereses de la OTAN, de forma que defiende de manera indirecta que algunos países impongan la paz mediante la amenaza nuclear; mientras que, por otro, su Código Penal prohíbe las armas nucleares. De hecho, la mayoría de los españoles defienden que se adhiera al TPAN (Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares), un tratado que obliga los estados a posicionarse de manera binaria: las armas nucleares son aceptables o no lo son, no existe promedio.
Una de los principales miedos del uso del armamento nuclear es que la decisión de perpetrar un ataque está en manos de unos pocos. Y en potencias como EE.UU, si el presidente lo decide, no hay manera de pararlo. Es por eso que es normal que la figura de Donald Trump y una posible reelección genere miedos. Para Reed Brody, que aparte de ser ciudadano estadounidense es considerado también “el cazador de dictadores” por su implicación en los juicios contra Habré, Pinochet o Duvalier, que Trump gane las elecciones “sería la sentencia de muerte para la democracia en los EEUU”. Según el abogado, el primer mandato de Trump lo cogió casi por sorpresa, pero ahora ya tiene toda la maquinaria de su parte y no dudará en utilizar el ejército en circunstancias a priori impensables. Aun así, el abogado ve muy improbable que Trump pulse el gran botón rojo, a pesar de sus fanfarronadas hacia Kim Jong-uno a través del difunto Twitter.
La última cuestión tratada es el futuro. Tanto Brody como Umaña se muestran optimistas respecto a un mundo sin armas nucleares. Para el médico, el debate se encuentra en la segunda fase de las tres que Arthur Schopenhaueratribuye a la verdad: “primero es ridiculizada; segundo, recibe una oposición violenta; y tercero, es aceptada como evidente”. Así pues, la lucha por la prohibición del armamento nuclear se encuentra en un punto donde los estados interesados se resisten, una situación que solo se solucionará si el resto de gobiernos firman masivamente el TPAN.