Solo su completa eliminación evitará esta amenaza
El pasado mas de agosto se cumplieron 78 años del bombardeo con bombas atómicas de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. La sociedad civil quedó horrorizada al conocer las consecuencias del uso de estas armas. No obstante, hasta el año 2017 no fue posible que la Asamblea General de Naciones Unidas aprobara el Tratado de Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN). Este hito es el fruto de la movilización y el esfuerzo de la sociedad civil.
Hasta día de hoy 93 estados (aproximadamente la mitad de los miembros de la ONU) han firmado el TPAN y lo han ratificado 69. No lo han firmado, en cambio, ninguno de los nueve estados nuclearmente armados: Estados Unidos de América, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte.
Actualmente, el arsenal nuclear mundial supera las 12.500 armas, de las cuales Estados Unidos y Rusia acaparan más del 90%. Estados Unidos, Rusia, Reino Unido y Francia tienen algo más de 3.700 armas nucleares desplegadas, o sea, colocadas ya en misiles o situadas en bases con aviones bombarderos. Entre las desplegadas, unas 1.800 están en situación de alerta máxima, es decir, se pueden tirar en cuestión de minutos. Es estremecedor pensar que la potencia total de este arsenal mundial equivale aproximadamente a 100.000 explosiones como la de Hiroshima, a causa de la potencia muy superior de las bombas actuales. Además, todos estos países mantienen programas de modernización de sus respectivos arsenales nucleares. Destaca sobre todos ellos el programa americano. Más del 50% del gasto mundial en armas nucleares del año 2022 correspondió a los Estados Unidos.
La política nuclear de la Administración Biden (de 2022) envenena todavía más la situación nuclear internacional. Puesto que los Estados Unidos no descartan de ser los primeros a usar armas nucleares y no limitan estas armas a un papel disuasivo
La política nuclear de la Administración Biden (de 2022) envenena todavía más la situación nuclear internacional. Puesto que los Estados Unidos no descartan de ser los primeros a usar armas nucleares y no limitan estas armas a un papel disuasivo. Contrasta esto con las políticas de los que, según Washington, son sus principales adversarios nucleares: Rusia y China. En las políticas nucleares de estos dos países se reafirma el “No Usar Primero” (NFU, por sus siglas en inglés) y el carácter defensivo de sus respectivas armas nucleares. Por otro lado, pero igualmente preocupante, la política nuclear de Biden anuncia el despliegue de capacidades nucleares norteamericanas (bombarderos y armas nucleares) a la zona del Indo-Pacífico. Obviamente esto redundará en una mayor tensión en aquella zona.
Paralelamente, Europa se ha vuelto a convertir de nuevo en un posible escenario de guerra nuclear, a raíz de las retiradas unilaterales, por parte de Estados Unidos, de dos tratados bilaterales firmados con la URSS (ahora Rusia). Por un lado, el tratado INF, que obligó los dos países a retirar sus respectivos misiles de corto y mediano alcance de territorio europeo. Por otro lado, el tratado ABM, que limitaba el número de sistemas de defensa contra misiles. Así, Estados Unidos tuvo las manos libres para instalar a Europa su escudo antimisiles, rompiendo el equilibrio de fuerzas nucleares entre las dos potencias. Ahora que el INF ya no está vigente, nada impide en estos dos países el despliegue en Europa de misiles nucleares. Todo esto es inquietante y todavía más en el contexto actual de guerra en Ucrania. Hay que añadir también que, desde hace décadas, Estados Unidos tiene desplegadas armas nucleares en Europa. Y ahora Rusia ha anunciado que tiene la intención de desplegar en Bielorrusia.
Hay que iniciar un proceso de negociación para que se abandone la política de la disuasión (basada en la amenaza) y las relaciones internacionales se basen en la diplomacia y la confianza mutua
Mientras existan las armas nucleares, existe el peligro de que sean utilizadas, tanto de forma accidental como intencionada. Cualquiera de estas dos posibilidades tendría consecuencias catastróficas, a las cuales las infraestructuras sanitarias y de emergencias no podrían hacer frente.
Se han producido episodios en los que se ha estado muy cerca de que estallara un conflicto nuclear. La única solución para evitar esta amenaza permanente es la eliminación completa de todas las armas nucleares. Para conseguirlo ya disponemos del instrumento adecuado: el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN). Si los nueve estados con armas nucleares estuvieran adheridos, tendrían la seguridad de no ser atacados con armas nucleares. Hay que iniciar un proceso de negociación para que se abandone la política de la disuasión (basada en la amenaza) y las relaciones internacionales se basen en la diplomacia y la confianza mutua.