La humanidad se enfrenta a serias amenazas que ponen en riesgo su supervivencia así como la de todos los seres vivos y, en última instancia, la del planeta que cohabitamos. El último informe del Comité Intergubernamental por el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés), hizo patente la gravedad de la crisis climática que ya afecta especialmente entre 3,3 y 3,6 billones de personas que viven en lugares altamente vulnerables al cambio climático. La mayor parte de estos países han contribuido muy poco a la crisis medioambiental global pero son los que sufren las consecuencias más graves. Además, muchas de estas zonas del planeta que afrontan las amenazas ecológicas más grandes son también aquellas donde la paz y la seguridad humana y sostenible es más débil.
Es bien sabido que estas amenazas son mayoritariamente consecuencia de una actividad humana irresponsable y de mirada corta que ha extenuado el planeta y sus recursos y ha alterado el frágil equilibrio que nos permite habitar la Tierra. La relación humana con la naturaleza ha sido de carácter extractivo y de explotación y, a pesar de que esta manera de hacer ha generado beneficios económicos enormes para algunos, oportunidades económicas y un mejor nivel de vida para muchos, la carga que supone por la naturaleza es insostenible.
La irresponsabilidad humana también es la causante de que estemos ante otra amenaza: la existencia de 12.512 armas nucleares. La producción de estas armas y los ensayos y pruebas nucleares realizados durante años han malogrado el medio ambiente y han agraviado la crisis climática. Los episodios recurrentes de fenómenos meteorológicos extremos como consecuencia de la alteración del clima, como por ejemplo inundaciones o la subida del nivel del mar, pueden acelerar el riesgo de contaminación radiactiva proveniente de las actividades para producir armas nucleares, como la explotación minera para obtener uranio. La extracción de este mineral supone la contaminación de los entornos y ecosistemas próximos que puede durar miles de años y pone en peligro cualquier tipo de vida en estas zonas.
La irresponsabilidad humana también es la causante de que estemos ante otra amenaza: la existencia de 12.512 armas nucleares. La producción de estas armas y los ensayos y pruebas nucleares realizados durante años han malogrado el medio ambiente y han agraviado la crisis climática
La producción de armas nucleares a partir del uranio extraído de estas minas, que ha dejado un rastro execrable de contaminación radiactiva, supone añadir más riesgos sobre el medio ambiente. Si se produjera un incendio o una explosión en una planta de procesamiento nuclear, provocaría una grave catástrofe en términos medioambientales porque los contaminantes radiactivos se esparcirían por el entorno próximo incluidos los ríos, el suelo y el aire. El proceso de descontaminación de estas zonas sería altamente costoso y duraría años.
Un legado radiactivo
Las miles de pruebas nucleares subterráneas, submarinas y atmosféricas que se han realizado durante décadas han tenido un grave impacto ambiental y han afectado gravemente a las poblaciones originarias de los lugares donde se han realizado estos ensayos, mayoritariamente comunidades indígenas y colonizadas. El legado de estas detonaciones nucleares persiste a día de hoy con graves implicaciones para los derechos humanos y el desarrollo sostenible de estas comunidades y esto es representativo de una grave injusticia ambiental.
Los ensayos nucleares son los responsables de que todavía haya entornos naturales que no sean habitables debido a la contaminación radiactiva, perdurable durante muchos años. Hay que añadir la gran huella radiactiva y el legado nuclear que ha quedado en muchos lugares donde se han realizado estas pruebas.
De 1948 a 1956 se llevaron a cabo 67 ensayos nucleares atmosféricos en dos atolones (Bikini y Eniwetok) en las Islas Marshall. Unos 85.000 metros cúbicos de desechos radiactivos de estas explosiones se depositaron en una cúpula llamada “Runit”. La preocupación más grande es que la subida del nivel del mar o condiciones meteorológicas extremas como resultado del cambio climático puedan deteriorar la cúpula. Esto tendría unos efectos catastróficos.
En el desierto de Argelia, Francia hizo un total de 17 ensayos nucleares entre 1960 y 1966. Años después se han localizado y desenterrado desechos y materiales radiactivos que en muchos casos las comunidades que viven en estas zonas han utilizado y han impactado en su salud y su entorno.
Un instrumento reparador
La situación de riesgo y vulnerabilidad que supone para millones de personas los efectos de la crisis climática se ve agraviada por los efectos medioambientales y humanitarios catastróficos de las actividades con armamento nuclear. Es prioritario que la amenaza nuclear deje de serlo y la comunidad internacional dispone de un instrumento único para hacerlo posible: el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN).
El 7 de julio se cumplen seis años de la aprobación de este instrumento jurídico que ofrece una alternativa poderosa a un mundo donde las amenazas de destrucción masiva no tienen freno. Este es el primer tratado internacional sobre armas nucleares que reconoce el impacto que estas armas tienen para el medio ambiente y apunta a las causas del problema porque explícitamente prohíbe su uso, producción y estacionamiento de acuerdo con el derecho internacional. Pero el tratado va más allá de la prohibición; los artículos 6 y 7 establecen las obligaciones positivas de reparación de los entornos contaminados y la compensación a las víctimas del uso y pruebas con armas nucleares.
Es hora de que estas obligaciones positivas se puedan empezar a desplegar y la colaboración de todos los países, tanto si han ratificado lo TPAN como si no lo han hecho, es fundamental para restaurar los entornos naturales y para restablecer la seguridad y el bienestar de las comunidades afectadas. Más allá de estas obligaciones es urgente asegurar nuestro planeta y nuestro futuro y el desarme nuclear es una herramienta esencial para conseguirlo.
Ante una emergencia climática que amenaza nuestra seguridad y nuestro bienestar, los Estados, las instituciones y los organismos internacionales tienen que cooperar para poder reducir al máximo esta amenaza. Eliminar las armas nucleares mediante su prohibición no solo reduciría los riesgos medioambientales y ecológicos que agravan la crisis climática, sino que significaría una apuesta seria por la seguridad humana y de la naturaleza.